La demencia es un término general, no una enfermedad en sí misma, sino causada por diferentes enfermedades que afectan al cerebro. La demencia puede complicar muchos aspectos de la vida cotidiana. La demencia puede afectar a la memoria, a la concentración, al lenguaje, a la percepción y provocar cambios de humor. La demencia no se puede tratar ni curar; sin embargo, pequeños cambios en el cuidado y el entorno pueden facilitar la vida de quienes la padecen.

El número de personas que padecen demencia está aumentando a un ritmo asombroso. Se espera que el número de casos aumente de 5,3 millones en 2005 a 8,4 millones en 2035, solo en Europa Occidental. Si bien el aumento se correlaciona con el hecho de que nuestra población está envejeciendo, la demencia no es una parte natural del envejecimiento y las personas más jóvenes también pueden ser diagnosticadas. De manera similar, a menudo la demencia puede desarrollarse en personas que están en buena forma física pese a su edad.

La demencia puede ser catastrófica para el individuo y muy difícil de manejar para los seres queridos y los cuidadores. Los síntomas pueden forzar a personas sanas a adoptar un estilo de vida totalmente dependiente. La lista de condiciones que incluyen pérdida de memoria, confusión, falta de orientación y ansiedad hace que la vida diaria sea extremadamente difícil tanto para el enfermo como para el cuidador. Con un mayor conocimiento y mejor comprensión, se han desarrollado nuevos métodos, equipos y protocolos de atención para aliviar algunos de estos síntomas, ayudar a los pacientes a permanecer lo más independientes posible y brindarles comodidad y seguridad.

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